La tuna de oro

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Descripción

Escritor, periodista y diplomático venezolano. Garmendia fue el introductor del realismo fantástico hispanoamericano a través de su primer libro La tienda de muñecos el cuál fue publicado en 1927.Al principio, la obra de Garmendia no era muy conocida, pero a partir de 1950, su obra comenzó a ser valorizada. Fue Garmendia el que reaccionó, a través de sus siguientes libros de relatos, La tuna de oro (1951) y La hoja que no había caído en su otoño (1979), contra todas las formas monótonas y documentalistas de la ficción y criollismo.

La Tuna de Oro era un viejo hotel que en ocasiones había sido vendido y revendido; hipotecado, arrendado y traspasado. El protagonista, cuyo nombre no se indica en el cuento, relata que en la Tuna vivió diversidad de experiencias de la mano de personajes como “Chepín” el perro y su divertida relación con los gatos. Las tan controversiales apariciones del Coronel, quien se hospedaba cada rato en la Tuna; iba y venía y sus llegadas o sus salidas estaban señaladas por alborotos, discusiones y hasta forcejeo o puñetazos; era un sujeto muy orgulloso.

       El salón de restaurant era donde la Tuna de Oro alcanzaba su más intensa vida y movimiento. “La abundancia de las comidas en la Tuna eran innegables; el hervido, excelente; la hallacas gustosas y renombradas, además de ser grandes y picantes”. Esto era lo que interesaba a la dueña del Hotel, señorita Encarnación, (a parte del asunto del dinero), quien se mantenía en su hotel, presente, vigilante, oculta e invisible. Poseía un don maravilloso: el de entenderse con los niños, a los cuales se atraía en seguida, así como también amaba y comprendía los animales.

La Tuna estaba llena de pasadizos y escalerillas que crujían. Cuando se quema un bombillo, este será reemplazado en 2 o 3 semanas, pero si es algo más complejo, 3 semanas sería un lapso de tiempo corto. A pesar de esto, la Tuna de Oro es un lugar muy hogareño y acogedor, pues una de las cosas más atrayentes de aquel hotel es la amabilidad de las camareras, ya que son extremadamente serviciales y “a nada le sabrían decir que no”.

Finalmente, en la Tuna había diversidad de personalidades: el señor Emiro era “indiferente, taciturno y apático”; nunca habló con nadie ni dio los buenos días encerrado en su cuarto cuanto su empleo le permitía. Por su parte, al Doctor Segovia se le podía entender ininterrumpidamente sobre temas políticos de actualidad sin dar muestras de cansancio ni agotamiento, mientras que el Don Héctor, a quien algunos llamaban “el general”, desempeñaba el mismo cargo público año tras año; era un sujeto agradable e inteligente. El personaje principal termina contando sus anécdotas y recuerdos en la Tuna mientras parte a otro destino.

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